Hacer teatro debería estar compuesto por una dosis de diversión y otra de concentración aplicable tanto al que actua como al que recibe la actuación.
Si el público bosteza y mira hacia otro lado algo está confundido. Si el actor sufre y se dispersa el organismo no funciona.
La disciplina actoral, la flexibilidad y el sentimiento pueden ser divertidos si el actor toma distancia y ve su actuación como un trabajo en el que su tiempo se debe convertir en algo grato, asi como hacer gratificante el tiempo a los otros, el público, del que también forma parte.
Conseguir estar concentrados y hacer que aquellos que vienen a vernos también lo estén en cada frase, cada movimiento, cada sensación es un reto al que tanto el actor como el escritor de teatro debería darle gran importancia.